LUNES 20 DE MARZO DE 1939
El Aposento Alto
SALMO 46:10 “«Estad quietos y conoced que yo soy Dios;»
Cuando Elías oyó que DIOS le hablaba por medio del silbo apacible y delicado, el ambiente que le rodeaba era muy semejante al de nuestra época, un ambiente de tormenta. El mal imperaba en todas partes; el profeta se había consumido luchando por la causa de DIOS y se encontraba agotado y desalentado. Dominado por esa tensión nerviosa que con frecuencia nos subyuga, llegó a considerarse como el único que quedaba para llevar adelante la obra del SEÑOR. Le parecía que la vida no valía la pena de vivirse. Había luchado denodadamente, pero ¿con qué resultado?
Escuchó entonces la voz de DIOS, y fortalecido por esa voz, el varón de DIOS regresó al desempeño de su misión en paz y henchido de poder.
La tentación más sutil que asalta al cristiano de elevados ideales es la de trabajar con tanta actividad en la causa del SEÑOR que se olvide de estar atento a la voz divina. En una época como la nuestra, de hecatombes morales, no hay lugar para una actitud letárgica ni para una actividad febril. Lo que se necesita es una actitud serena, basada en la certidumbre de que DIOS rige el mundo.
Por encima del terremoto, del viento y del fuego, ¡háblanos, oh voz apacible y delicada!
OREMOS: Oh SEÑOR, todo bondad, enséñanos a poner en Tus manos nuestro ser y nuestra obra y a mantenernos serenos y llenos de confianza. Líbranos del pecado de despreciar nuestras posibilidades y del pecado, mayor aún de olvidarnos de Tí y confiar en nosotros mismos. Derrama tu ESPÍRITU sobre este mundo atribulado, y ayúdanos en integridad de vida a hacer Tu voluntad. Te lo imploramos por JESÚS, nuestro SEÑOR, amén.
Sra. Georgia Harkness
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