Aplícala con amor…
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Bendiciones,
Enio
Meditación
Diaria
¿DESPRECIAS LA DISCIPLINA?
PROVERBIOS 3:11-12 “Hijo mío, no
desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por Sus reprensiones. Porque
el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.”
Nadie
sabe lo que se siente cuando se atraviesa una gran dificultad como quien en
verdad la está atravesando. Una cosa es ver y otra cosa es vivirlo.
Es
muy difícil transmitir a otros qué es lo que sucede en lo más profundo de
nuestro ser. ¿Cómo explicar esos sentimientos encontrados y esa frustración que
domina nuestro pensamiento en todo momento? ¿Cómo hacer para que los demás
entiendan exactamente lo que está ocurriendo con nuestra esperanza y con
nuestro ánimo?
El
Rey David hace una descripción bastante gráfica de las consecuencias físicas de
un espíritu angustiado en el Salmo 102:3-4 “Pues
mis días se desvanecen como el humo, los huesos me arden como brasas. Mi corazón
decae y se marchita como la hierba;¡hasta he perdido el apetito!"
Estas
deplorables imágenes forman parte de lo que DIOS ha preparado para algunos de
nosotros que sólo podemos aprender por la vía de la disciplina que como buen
padre DIOS nos aplica para que el aprendizaje sea efectivo. Si hasta alguien
con excelentes credenciales como el Rey David se vió sometido a este tipo de
disciplina. ¿Cuánto más no nos tocará a nosotros?
La mayoría de las veces se nos hace muy difícil de
entender la disciplina, una de las herramientas que nos permiten controlar en
parte a nuestra conducta o la de otros, principalmente porque poseemos una
naturaleza pecaminosa que se resiste vigorosamente a élla.
A nadie le gusta la disciplina, ni recibirla ni
aplicarla. Cuando nos toca
recibirla, nos enfocamos en el aspecto negativo de élla, cual es el dolor que
nos inflige pero pasamos por alto los beneficios que nos produce una vez que
hemos aprendido su lección. Cuando se trata de aplicarla, la mayoría de las
veces lo hacemos más por dar rienda suelta a nuestra ira que por el beneficio
que élla produce en quien estamos disciplinando, usualmente a nuestros hijos. Cualquiera
sea el caso, somos demasiados torpes para entenderla y aceptarla y aún más para
aplicarla con sabiduría.
La
clave para entender a la disciplina es que élla debe estar siempre asociada con
el amor para que pueda ser efectiva. Si el amor no está presente cuando es
recibida se produce murmuración y resentimiento. Si el amor no está presente
cuando es aplicada, élla se convierte en simple violencia y agresión.
En
el ámbito familiar, permitir que un@ hij@ se involucre y crezca en un mundo
donde las reglas no son respetadas y donde no existen consecuencias por dicha
falta de respeto, es hacerle un gran daño a nuestro hij@. Lo más probable es
que es@ niñ@ se vea envuelto en graves problemas de conducta durante todo el
resto de su vida.
Aplicar
disciplinas correctivas oportunas ante conductas reprobables es una
manifestación del amor de los padres hacia sus hijos, por cuanto se evitarán
problemas posteriores en la vida de dichos hijos.
Recordemos
el comentario que el apóstol Pedro hizo acerca de la disciplina: “Ciertamente,
ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien
penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes
han sido entrenados por ella.”
DIOS nos disciplina “para nuestro bien, a fin de que
participemos de Su santidad.” Ya sea, pues, que estemos bajo disciplina o nos
toque aplicarla, entendamos Su amoroso propósito y miremos con esperanza Su
fruto de justicia y paz.
ORACIÓN: Padre
Celestial, gracias porque TÚ como padre amoroso me tratas y me guías con amor y
me disciplinas para el bien mío. Gracias Señor por las muestras de Tu amor. En
el nombre de Cristo, amén.
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