Acude a ÉL
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
¿QUÉ HACER CUANDO ESTAMOS ABATIDOS?
SALMOS 38:7-8
“Estoy ardiendo de fiebre; no hay nada sano en mi cuerpo. Me siento débil,
completamente deshecho; mi corazón gime angustiado.”
Cuando
nos encontramos con poca salud es difícil comprender las razones de lo que nos
está sucediendo. En primer lugar porque nuestras facultades se encuentran en un
estado aletargado y nos cuesta hilar los pensamientos. En segundo lugar porque
nuestra atención se centra en aquello que nos está causando daño o dolor y nos
abstraemos del entorno. Nuestro estado de ánimo decae y nos faltan las fuerzas
para emprender casi cualquier tarea.
En
una especie de círculo vicioso, el desánimo va tomando más control de nuestra
situación y pronto nos encontramos en un estado tal de postración que somos
incapaces de levantarnos. Nuestro cuerpo, del cual hemos abusado con tareas y
cargas excesivas, aprovecha el estado de desánimo e inactividad para pasarnos
factura por los excesos a que fue sometido. Al final, llega la angustia para
apoderarse de lo poco que nos queda sano y controlarnos como a dócil bestia de
carga. La inseparable compañera del desánimo, la tristeza, hace acto de
presencia para completar la situación.
No es raro ver la situación antes
descrita aparecer de vez en cuando en nuestras vidas como hijos de DIOS.
Vivimos vidas complicadas porque no controlamos nuestro acceso a todo aquello
que demanda nuestra atención y son muchas las cosas que esta postmoderna
sociedad ha desarrollado para mantenernos ocupados o entretenidos. De allí que
siempre estemos muy afanados y no precisamente atendiendo las cosas más
importantes. Lo peor es que nos olvidamos de cuán fácil es acudir a nuestro
Padre celestial para pedirle que nos libre del torbellino que nos trastorna.
El rey David, cuando se vio en una
situación similar, exclamó: “Yo, Señor, espero en ti; tú, Señor y DIOS mío, serás
quien responda.” (Salmos 38:15). Esta simple manera de enfrentarnos
exitosamente a la situación que nos agobia es la clave para alcanzar la victoria
sobre las dificultades. Nuestro papel es esperar en el SEÑOR, es decir, dejar
de buscarle una solución al asunto por nuestros propios medios y entregar los
problemas a DIOS como demostración de la confianza que en ÉL hemos puesto.
El papel de DIOS es respondernos
de acuerdo a nuestras necesidades de desarrollo espiritual, ya sea con una
solución o con una lección o prueba adicional que nos ayude a madurar, aprender
y mejorar nuestra relación con ÉL. Escucha la proclamación del Salmo 27:1 que
dice: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener miedo? El
Señor defiende mi vida, ¿a quién habré de temer?”
Haz tuya esta declaración de fe,
créela de todo corazón, confía en DIOS, deléitate en ÉL diariamente buscando
una relación cada vez más íntima. Como resultado, los temores desaparecerán y
podrás disfrutar de una vida de paz y esperanza como ha planeado DIOS para tí.
Ya lo sabes: Tú esperas y el SEÑOR
responde y ¡Sólo a DIOS sea la gloria!
OREMOS: Amante PADRE Celestial, te doy gracias por Tu promesa de responder al
clamor de Tus hijos. En medio de la prueba y el dolor, clamo a Tí confiando en
Tu poder y Tu misericordia. Ayúdame a vivir en comunión contigo y que pueda yo
declarar que Tú eres mi PASTOR, que cuidas siempre de mí y que no tengo que
temer a nada. En el nombre y amor de CRISTO JESÚS, amén.
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