Confianza en DIOS.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
DEL
PÁNICO A LA PAZ
SALMOS
23:4 “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú
estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.”
¿Qué es lo que te causa
miedo?: ¿El subir a un avión? ¿Enfrentar una multitud? ¿Hablar en público?
¿Escuchar los resultados de exámenes médicos? ¿Tomar un nuevo trabajo? ¿Tomar
un(a) cónyuge? ¿Conducir por la autopista? ¿La soledad?.
La fuente de tu temor
puede parecerle pequeña a otros, pero a tí se te enfrían los pies, te hace
saltar el corazón y te lleva la sangre al rostro.
Eso le pasó a JESÚS.
Tenía tanto temor que sangró. Los médicos describen esta condición como hematidrosis.
La ansiedad grave provoca que se liberen elementos químicos que rompen los
capilares en las glándulas sudoríficas. Cuando ocurre esto, el sudor sale
teñido con sangre. JESÚS estaba más que ansioso; tenía temor. El miedo es el hermano
mayor de la preocupación.
Es notable que JESÚS
sintiera tal temor. Pero qué bondad la Suya al contárnoslo. Nosotros tendemos a
hacer lo contrario. Disfrazamos nuestros miedos. Los ocultamos. Ponemos las
manos sudorosas en los bolsillos, la náusea y la boca seca las mantenemos en
secreto.
JESÚS no lo hizo así.
No vemos una máscara de fortaleza. Escuchamos una petición de fortaleza. «Padre, si es Tu voluntad, quita
esta copa de sufrimiento». (Lucas 22:42).
El primero en oír este temor es el PADRE. Pudiera haber acudido a Su madre. Podría haber confiado en Sus
discípulos. Podría haber convocado una reunión de oración. Todo podría ser
apropiado, pero ninguna otra cosa era Su prioridad. Se dirigió primero a Su PADRE.
Mil años antes, David exhorta a los temerosos que hagan lo mismo. «No temeré mal alguno». ¿Cómo podía David hacer tal afirmación? Porque sabía dónde poner los
ojos. «Tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me
infundirán aliento».
Ah, ¡qué tendencia la
nuestra de acudir a cualquiera! Primero al bar, al consejero, al libro de
autoayuda o al vecino amigo. JESÚS no. El primero en oír Su temor fue Su PADRE
en los cielos. ¿Cómo soportó JESÚS el terror de la crucifixión? Primero fue al
PADRE con Sus temores.
Tú puedes hacer lo
mismo con tus temores. No eludas los huertos de Getsemaní de la vida. Entra en
éllos. Pero no entres solo. Mientras estés allí, se honesto. Se permite golpear
el suelo. Se permiten las
lágrimas, y si tu sudor se convierte en sangre, no serás el primero. Haz lo que JESÚS hizo: abre tu corazón, y se específico como Jesús lo
fue. «Pasa esta copa», oró.
Díle a DIOS el número
de tu vuelo de avión, cuéntale la longitud de tu discurso, dale a conocer los
detalles del cambio de trabajo,
etc., etc.ÉL tiene mucho
tiempo, y también tiene mucha compasión. ÉL no piensa que tus temores son
necios o vanos. ÉL ya pasó por éso. ÉL
sabe cómo te sientes y lo que necesitas. Por eso condicionemos la oración como JESÚS lo hizo: «Si
quieres… » ¿Quería DIOS? No le quitó la cruz, pero le quitó el temor.
No
midas la altura de tu montaña; habla a AQUEL que la puede mover. En vez de llevar el mundo a tus espaldas,
háblale al que sostiene el universo en Sus manos.
Tener
esperanza es mirar hacia adelante. Mientras corremos la carrera de la vida
terrenal, se nos exhorta a mirar a JESÚS. Ahora bien, ¿hacia dónde estás tú mirando?
OREMOS: Me acerco a Tí SEÑOR para pedirte que me ayudes en las pruebas y
dificultades. Gracias SEÑOR porque escuchas nuestras oraciones, y que se haga Tu
voluntad. Gracias por las pruebas y muestras de Tu amor. En el nombre de CRISTO
JESÚS, amén.
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