Hazlo de corazón.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
AUNQUE NO VEAS LOS FRUTOS
COLOSENSES 3:23 “Y todo lo que
hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo
que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor
servís”.
En un pueblo rodeado de
montañas vivía un anciano al que la gente del lugar le llamaba el “Loco”. La
gente se reía al verlo pasar y se burlaba de él. El hombre iba humildemente
vestido, sin posesiones, sin una casa que se fuera de su propiedad, sin una
esposa ni hijos; como diría mucha gente era un desdichado y como opinaban
otros, era un inútil que no beneficiaba a la sociedad.
Pero este hombre viejo
ocupaba su vida sembrando árboles en todos los lugares donde pudiera. Sembraba
semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto y nadie le pagaba
por éllo y tampoco se lo agradecían, nadie lo alentaba y por el contrario, era
objeto de burla ante los demás.
Sucedió que un día
cabalgaba por esos rumbos el Rey de aquel lugar, rodeado de su escolta y
observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino. Al pasar por aquel lugar y
encontrarse al “Loco” le preguntó: -“¿Qué haces, buen hombre?”-
- “Sembrando Señor,
sembrando”,- respondió el anciano.
- “Pero, ¿cómo es que
siembras?. Estás viejo y cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol
cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces?”-, preguntó el Rey.
- “Señor, otros
sembraron y he comido, es tiempo de que yo siembre para que otros coman”-.
El Rey quedó admirado
con la sabiduría de aquel hombre y le dijo: -“Pero no verás los frutos, y aún
sabiendo eso continúas sembrando. Por éllo te regalaré una monedas de oro, por
esa gran lección que me has dado”. - El Emperador llamó a uno de sus guardias
para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro y las entregó al
sembrador.
El anciano respondió: -”¿Ve,
Señor, como ya mi semilla ha dado fruto? Aún no la acabo de sembrar y ya me
está dando frutos, y aún más, si alguna persona se volviera “loca” como yo y se
dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de
todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a
cambio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos devuelva igual que
lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y
olvidándonos de lo malo que hacemos”-.
El Rey lo miró
asombrado y le dijo: -“¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en tí!, ojalá hubiera
más como tú en este mundo. Con unos cuantos que hubiese, el mundo sería otro;
mas nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos impiden
ver la grandeza de seres como tú. Ahora me retiraré porque, si sigo conversando
contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearlas
bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué DIOS te bendiga!”.
Y terminado ésto,
partió el emperador junto con su séquito, y el anciano siguió sembrando y no se
supo de su fin, no se supo si terminó muerto y olvidado por ahí en algún cerro,
pero él había cumplido su labor.
Los seres humanos
tenemos la tendencia de hacer las cosas esperando una recompensa, ver los
frutos de nuestro trabajo, ser reconocidos. Pero existen muchas veces que, como
el anciano al que llamaban “Loco” no veremos inmediatamente los resultados pero
debemos seguir haciendo las cosas con la misma dedicación y el mismo amor que
podríamos a un trabajo que daría frutos inmediatamente.
Puede ser que nunca lo
sepamos pero con nuestras acciones, nuestro ejemplo, nuestras palabras, en
otras palabras con nuestro testimonio, podemos estar marcando la vida de las
personas que nos rodean. Siempre hay gente observándonos y todo lo que hacemos
repercute.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor
recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”, Colosenses 3:23
Que nuestras acciones y
palabras siempre sean las mejores, que siempre podamos sentirnos felices y en
paz por las semillas que sembramos, aunque no veamos sus frutos ahora.
OREMOS:
Amado PADRE Celestial, Creador de todo lo que existe, ayúdame a hacer Tu
voluntad y que sea de Tu agrado. Gracias SEÑOR por las pruebas y muestras de Tu
amor. En el nombre de CRISTO, amén.
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