martes, 1 de octubre de 2019

GRACIAS A DIOS

Aunque el pecado abunda, la misericordia de DIOS vence.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
GRACIAS A DIOS
El Aposento Alto
**Leer Romanos 7:14-25 (NVI)

ROMANOS 7:25 “¡Gracias a DIOS por medio de 
Jesucristo nuestro Señor!”

Cuando mi hija quería pastel de manzana, escogí tres manzanas verdes en perfecto estado. Sin embargo, después de pelar y cortar una de las manzanas, la encontré podrida por dentro.
A veces me siento exactamente así: agradable y presentable en el exterior pero un desastre por dentro. A pesar de mis mejores esfuerzos para ser una excelente esposa y una madre paciente, las palabras del apóstol Pablo son ciertas: «De hecho, no hago el bien que quiero hacer, sino el mal que no quiero» (Romanos 7:19, NVI).
He sido cristiana por décadas, y me deleito en la palabra de DIOS. Admito que los caminos de DIOS son mejores que los míos. Sin embargo, a menudo asumo que lo que quiero es lo más importante, o que merezco lo que mi corazón desea ahora mismo.
Me pregunto: ¿es posible escapar de esta lucha interior? La Biblia, la Palabra de DIOS,  nos enseña que mientras vivamos, lucharemos contra el pecado. Pero el apóstol Pablo dice: «¡Gracias a DIOS, por medio de Jesucristo nuestro Señor!» (Romanos 7:25, NVI).
JESÚS siempre lucha mis batallas conmigo. Siempre que se presenta la tentación, sé que puedo pedir ayuda y tratar de imitar a JESÚS. ÉL prometió liberarnos, ¡y podemos contar con Su palabra!
OREMOS: DIOS bondadoso, ayúdanos a proteger nuestros corazones del mal. Gracias por liberarnos a través de JESUCRISTO, quien nos ayuda en nuestras batallas diarias. En el amor de CRISTO, amén.
Sra. Marcela Nwanosike (Lincolnshire, Reino Unido)
**Leer Romanos 7:14-25 (NVI)
Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y estoy vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Ahora bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena; pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo, sino el pecado que habita en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí.
Así que descubro esta ley: que, cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de DIOS; pero me y cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo. ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? ¡Gracias a DIOS por medio de Jesucristo nuestro Señor!
En conclusión, con la mente yo mismo me someto a la ley de DIOS, pero mi naturaleza pecaminosa está sujeta a la ley del pecado.
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