A saborear…
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Bendiciones,
Enio.
Meditación Diaria
EL ELOGIO DE LA LENTITUD
2a PEDRO 3:9 “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza.”
Si
hubiera un concurso para determinar cuál es la virtud más popular, podríamos
pensar que «rápido» derrotaría a «mejor». Muchas partes del mundo parecen estar
obsesionadas con la velocidad. Sin embargo, la locura de lo «rápido» nos está
conduciendo rápidamente a ninguna parte. «Ha
llegado la hora de poner un freno a nuestra obsesión de hacer todo con más
rapidez», dice Carl Honoré en su libro El Elogio De La Lentitud. «La velocidad no es siempre la mejor
política».
Según
la Biblia, tiene razón. Pedro advirtió que, en los últimos días, la gente
dudaría de DIOS porque parece lento («retarda») en cumplir Su promesa de
regresar. No obstante, también señaló que Su aparente lentitud es algo bueno.
En realidad, el Señor está demostrando Su paciencia al dar más tiempo para que
la gente se arrepienta, y también al ser coherente con Su carácter, que es
paciente o tardo para la ira.
Nosotros
también debemos ser lentos para enojarnos y para hablar. Según Santiago, la
«prontitud» está reservada para nuestros oídos. Se supone que debemos ser rápidos
para escuchar.
Pensemos
cuántos problemas podríamos evitarnos si aprendiéramos a escuchar (escuchar en
serio, no sólo parar de hablar) antes de decir algo. En nuestro apuro por
alcanzar las metas y cumplir con los plazos, acordémonos de acelerar los oídos
y desacelerar el carácter y la lengua.
Dice
un proverbio africano: “Vosotros, el primer mundo, tenéis los relojes, pero
nosotros tenemos el tiempo”.
Que
el Señor nos ayude a ser más calmados y a saborear ese bien tan precioso que
nos ha dado, «el tiempo», aprendiendo a escuchar más y a hablar menos.
Cuando estés a punto de perder la paciencia con
alguien,
recuerda lo paciente que ha sido DIOS contigo.
ORACIÓN:
Señor, ayúdame a ser más calmado en mis actos y a
poder saborear lo que pasa a mi alrededor gozando del tiempo que me prestas.
También ayúdame a saber escuchar más y de hablar menos. En el nombre de Cristo,
amén.
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