No temas ni
desmayes.
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meditación.
Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
UNA PERSISTENCIA FÉRREA
Renuevo
de Plenitud
JOSUÉ 1:9 “Mira que te mando que te esfuerces y seas
valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu DIOS estará contigo en
dondequiera que vayas.”
En la pequeña escuelita
rural había una vieja estufa de carbón muy anticuada. Un chiquito tenía
asignada la tarea de llegar al colegio temprano todos los días para encender el
fuego y calentar el aula antes de que llegaran su maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y
encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente más
muerto que vivo del edificio. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de
su cuerpo y lo llevaron urgente al hospital del condado.
En su cama, el niño
horriblemente quemado y semi inconsciente, oía al médico que hablaba con su
madre. Le decía que seguramente su hijo moriría que era lo mejor que podía
pasar, en realidad -, pues el fuego había destruido la parte inferior de su
cuerpo.
Pero el valiente niño no
quería morir.
De alguna manera, para gran
sorpresa del médico, sobrevivió.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión.
Una vez superado el peligro de muerte, volvió a oír a su madre y al médico hablando despacito. Dado que el fuego había dañado en gran manera las extremidades inferiores de su cuerpo, le decía el médico a la madre, habría sido mucho mejor que muriera, ya que estaba condenado a ser inválido toda la vida, sin la posibilidad de usar sus piernas.
Una vez más el valiente niño tomó una decisión.
Caminaría. Pero
desgraciadamente, de la cintura para abajo, no tenía capacidad motriz. Sus
delgadas piernas colgaban sin vida.
Finalmente, le dieron de
alta.
Todos los días, su madre le
masajeaba las piernas, pero no había sensación, ni control, nada. No obstante,
su determinación de caminar era más fuerte que nunca. Cuando no estaba en la
cama, estaba confinado una silla de ruedas.
Una mañana soleada, la madre
lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día en lugar de quedarse
sentado, se tiró de la silla. Se impulsó sobre el césped arrastrando las
piernas. Llegó hasta el cerco de postes blancos que rodeaba el jardín de su
casa. Con gran esfuerzo, se subió al cerco. Allí, poste por poste, empezó a
avanzar por el cerco, decidido a caminar.
Empezó a hacer lo mismo
todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco. Nada quería
más que darle vida a esas dos piernas.
Por
fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia
férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de
pararse, luego caminar tambaleándose y finalmente caminar sólo y después
correr.
Empezó a ir caminando al
colegio, después corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, en la
universidad, formó parte del equipo de carrera sobre pista.
Y aún después, en el Madison
Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca
caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado,
Glenn Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro
más veloz del mundo!
“Mira que te mando que te
esfuerces y seas valiente;
no temas ni desmayes, porque
el Señor tu DIOS estará contigo
en dondequiera que vayas.”
Josué 1:9
OREMOS: Gracias Padre Celestial por la vida y testimonio de Glenn que nos
enseña que ante las pruebas y dificultades, debemos ser persistentes para
superarlos. Además Tu Palabra nos enseña que nos esforcemos, que seamos
valientes, que no temamos ni desmayemos, porque tú Señor estarás con nosotros
donde quiera que vayamos. Gracias Señor. En el nombre de Cristo, amén.
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