sábado, 8 de septiembre de 2018

UNA AMABILIDAD POCO COMÚN

Hoy elegiré ser especialmente amable con quienes tienen necesidad.
Comparte esta meditación.
Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
UNA AMABILIDAD POCO COMÚN
El Aposento Alto
**Lectura Bíblica Hechos 28:1-10 (NVI)
HECHOS 28:2 “Los isleños nos trataron con toda clase de atenciones.”
En la lectura del día de hoy, Pablo navegaba hacia Roma en un mar tormentoso junto a un numeroso grupo de personas, que se atemorizaron y perdieron las esperanzas. Al llegar a una isla, sus habitantes, que no tenían motivos para confiar en este grupo de extranjeros, les atendieron con una amabilidad poco común. Encendieron una fogata y les dieron la bienvenida con los brazos abiertos como a prójimos que necesitaban calor y ayuda. Fue entonces que el mismo Pablo les mostró a los isleños la misma amabilidad al utilizar el poder del Espíritu Santo para sanar a cada hombre, mujer o niño que estuviese enfermo.
¡Qué distinta hubiese sido la situación si los isleños les hubiesen rechazado, temerosos de aquellos desconocidos! La amabilidad continuó ya que los pobladores locales honraron a Pablo y a los demás al proveerles de todo lo necesario para que pudiesen seguir adelante con su viaje de manera segura.
¿Cuántas veces permitimos que el egoísmo, el temor o la desconfianza nos impidan ser amables con los demás?
¡Que ocurriría si, en lugar de ésto, como cristianos mostrásemos también esta amabilidad poco común que sorprende a quien la recibe y le hace preguntarse de dónde proviene esta hospitalidad?
Simplemente reflejaríamos el amor de CRISTO.
OREMOS: Oh Señor, danos la fe para ser amables sin sentir temor y de manera abundante para tu gloria.
En Tu Santo Nombre, amén.
Sra. Sarah Harris (Tennesse, EE.UU.)
**Lectura Bíblica Hechos 28:1-10
EN LA ISLA DE MALTA
Una vez a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta.  Los isleños nos trataron con toda clase de atenciones. Encendieron una fogata y nos invitaron a acercarnos, porque estaba lloviendo y hacía frío. Sucedió que Pablo recogió un montón de leña y la estaba echando al fuego cuando una víbora que huía del calor se le prendió en la mano. Al ver la serpiente colgada de la mano de Pablo, los isleños se pusieron a comentar entre sí: «Sin duda este hombre es un asesino, pues aunque se salvó del mar, la justicia divina no va a consentir que siga con vida». Pero Pablo sacudió la mano y la serpiente cayó en el fuego, y él no sufrió ningún daño. La gente esperaba que se hinchara o cayera muerto de repente, pero, después de esperar un buen rato y de ver que nada extraño le sucedía, cambiaron de parecer y decían que era un DIOS.
Cerca de allí había una finca que pertenecía a Publio, el funcionario principal de la isla. Este nos recibió en su casa con amabilidad y nos hospedó durante tres días. El padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería. Pablo entró a verlo y, después de orar, le impuso las manos y lo sanó. Como consecuencia de esto, los demás enfermos de la isla también acudían y eran sanados. Nos colmaron de muchas atenciones y nos proveyeron de todo lo necesario para el viaje.
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