Señor, que
se cumpla Tu voluntad…
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
CUANDO QUEREMOS DECIR QUE NO
JONÁS 4:2 “Por eso [para impedir que fueran salvos] me apresuré a huir a
Tarsis”
Estando en el vientre de un
pez, Jonás se consagró de nuevo al propósito del Señor. Pero la popular
historia bíblica sobre las consecuencias de la desobediencia no termina con la
obediencia de Jonás. Sino que termina cuando Jonás reconoce la razón por la que
no quería la tarea —y con el Señor reprendiéndolo por su egoísmo.
Es que Jonás temía que los
ninivitas, que eran una amenaza para el pueblo judío, pudieran arrepentirse, lo
que haría que DIOS no los destruyera. El profeta reacio admitió que quería
verlos aniquilados: “Por eso [para impedir que fueran salvos] me apresuré a huir
a Tarsis” (Jonás
4.2).
Cuando el Señor cambió de parecer, y no destruyó a Nínive, el viaje de Jonás
fue un éxito para todos, menos para él.
Los creyentes nos resistimos a
hacer la voluntad de DIOS por muchas razones. A veces, aunque no nos guste
reconocerlo, por el probable resultado de la obediencia. Como sucedió con
Jonás, podemos perder de vista las cosas espiritualmente importantes, y
centrarnos en nuestros deseos y comodidades.
Nuestro descontento con lo que
pensamos que podría suceder no es una razón para resistir el plan de DIOS. Si
el Señor nos llama a actuar, ÉL se encargará del resultado final. Nuestra tarea
es obedecer.
¿Qué te está impidiendo
obedecer al Señor? Tal vez estés demasiado enojado con tu cónyuge para esforzarte
por mejorar tu matrimonio, o demasiado herido para dar la bienvenida a un hijo
arrepentido.
Sin embargo, no nos dejemos
gobernar por los sentimientos, no importa cuán fuertes sean. Tu Padre Celestial
espera obediencia.
El resultado final puede
sorprenderte, particularmente por lo bendecido que serás por haberle obedecido.
ORACIÓN:
Padre Celestial. Perdóname Señor porque soy desobediente y no quiero hacer Tú
voluntad sino la mía. Ayúdame Señor a corregir mis pasos y pueda hacer las
cosas que Te agradan. Te lo pido en el nombre de Cristo, amén.
Lectura Bíflica | Jonás capítulos
3 y 4
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