Házlo de corazón.
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Bendiciones,
Enio (ehollemw@gmail.com)
Meditación Diaria
AUNQUE NO VEAS LOS FRUTOS…
COLOSENSES 3:23 “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el
Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de
la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
En un pueblo rodeado de montañas vivía un anciano al
que la gente del lugar le llamaba el “Loco”.
La gente se reía al verlo pasar y se burlaba de él. El
hombre iba humildemente vestido, sin posesiones, sin una casa que se fuera de
su propiedad, sin una esposa ni hijos; como diría mucha gente era un desdichado
y como opinaban otros, era un inútil que no beneficiaba a la sociedad.
Pero este hombre viejo ocupaba su vida sembrando
árboles en todos los lugares donde pudiera. Sembraba semillas de las cuales
nunca vería ni las flores ni el fruto y nadie le pagaba por éllo y tampoco se
lo agradecían, nadie lo alentaba y por el contrario, era objeto de burla ante
los demás.
Sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Rey de
aquel lugar, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en
su reino. Al pasar por aquel lugar y encontrarse al “Loco” le preguntó: -“¿Qué
haces, buen hombre?”-
- “Sembrando Señor, sembrando”,- respondió el anciano.
- “Pero, ¿cómo es que siembras?. Estás viejo y
cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué
siembras entonces?”-, preguntó el Rey.
- “Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de
que yo siembre para que otros coman”-.
El Rey quedó admirado con la sabiduría de aquel hombre
y le dijo: -“Pero no verás los frutos, y aún sabiendo eso continúas sembrando…
Por éllo te regalaré una monedas de oro, por esa gran lección que me has dado”.-
El Emperador llamó a uno de sus guardias para que trajese una pequeña bolsa con
monedas de oro y las entregó al sembrador.
El anciano respondió: -”¿Ve, Señor, como ya mi semilla
ha dado fruto? Aún no la acabo de sembrar y ya me está dando frutos, y aún más,
si alguna persona se volviera “loca” como yo y se dedicara solamente a sembrar
sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo
hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a cambio de lo que hacemos,
porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto,
desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo
malo que hacemos”-.
El Rey lo miró asombrado y le dijo: -“¡Cuánta sabiduría
y cuánto amor hay en tí!, ojalá hubiera más como tú en este mundo. Con unos
cuantos que hubiese, el mundo sería otro; mas nuestros ojos tapados con unos
velos propios de la humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tú.
Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte
todos mis tesoros, aunque sé que los emplearlas bien, tal vez mejor que yo.
¡Qué DIOS te Bendiga!”.
Y terminado esto, partió el emperador junto con su
séquito, y el anciano siguió sembrando y no se supo de su fin, no se supo si
terminó muerto y olvidado por ahí en algún cerro, pero él había cumplido su
labor.
Los seres humanos tenemos la tendencia de hacer las
cosas esperando una recompensa, ver los frutos de nuestro trabajo, ser
reconocidos. Pero existen muchas veces que, como el anciano al que llamaban
“Loco” no veremos inmediatamente los resultados pero debemos seguir haciendo
las cosas con la misma dedicación y el mismo amor que podríamos a un trabajo
que daría frutos inmediatamente.
Puede ser que nunca lo sepamos pero con nuestras
acciones, nuestro ejemplo, nuestras palabras, en otras palabras… con nuestro
testimonio… podemos estar marcando la vida de las personas que nos rodean.
Siempre hay gente observándonos y todo lo que hacemos repercute.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para
el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa
de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”. Colosenses 3:23
Que nuestras acciones y palabras siempre sean las
mejores, que siempre podamos sentirnos felices y en paz por las semillas que
sembramos, aunque no veamos sus frutos ahora.
ORACIÓN:
Amado Padre Celestial, Creador de todo lo que existe, ayúdame a hacer tu
voluntad y que sea de Tu agrado. En el nombre de Cristo, amén.
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