El único JUEZ.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
NO JUZGUÉIS
PROVERBIOS
25:7b-8 “Lo que atestigües con tus ojos no lo lleves de inmediato al tribunal,
pues ¿qué harás si a fin de cuentas tu prójimo te pone en vergüenza?"
En muchas ocasiones acostumbramos sólo a
observar y criticar todo de las demás personas sin primero revisarnos a
nosotros mismos, tal como la historia siguiente:
Una pareja de recién casados, se mudó para un barrio muy tranquilo. En
la primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer reparó a través de
la ventana que una vecina colgaba sábanas en el tendedero y dijo: -“Quizás
necesita un jabón nuevo... ¡Ojalá pudiera ayudarla a lavar las sábanas!”.-. El
marido miró y quedó callado. Élla continuó hablando: -“Qué sábanas tan sucias
cuelga la vecina en el tendedero!”-.
Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la
vecina tendía sus ropas al sol y el viento. Al mes, la mujer se sorprendió al
ver a la vecina tendiendo las sábanas limpiecitas, y dijo al marido: -“¡Mira, élla
aprendió a lavar la ropa! ¿Le enseñaría otra vecina?” El marido le respondió:
-“¡No, hoy me levanté más temprano y lavé los vidrios de nuestra ventana!”-.
Y la vida es así. Todo depende de la limpieza
de la ventana, a través de la cual observamos los hechos. Antes de criticar,
quizás sería conveniente chequear si hemos limpiado el corazón para poder ver
más claro. Entonces podremos ver claramente la limpieza del corazón de los
demás.
Una de las cosas que nos hace muy humanos, y no
necesariamente en el buen sentido de la palabra, es nuestra velocidad para
emitir juicio. Ante una situación y muy a menudo cuando observamos el
comportamiento de nuestro prójimo, analizamos los datos disponibles y con
pasmosa velocidad llegamos a una conclusión, usualmente condenadora y la
mayoría de las veces errónea.
Desde el punto de vista de las probabilidades
es muy posible que estemos en lo correcto pues el pecado es la norma y no la
excepción, pero en un juicio no podemos basarnos en probabilidades sino en
hechos y evidencias sólidas.
Usualmente no conocemos todos los detalles de
un asunto pero eso no nos impide que lleguemos a una conclusión como si lo
supiéramos todo al respecto. Ese afán por emitir un juicio a pesar de no contar
con todos los detalles es lo que nos mete en problemas muchas veces.
En primer lugar porque estamos llegando a
conclusiones erróneas por no tener toda la información del caso y segundo
porque lo más probable es que comentemos nuestro juicio con otros y nos
convirtamos en portadores de chismes e intrigas.
El Señor JESÚS fue muy claro al respecto y a
quienes caen es este error los llama hipócritas: »No juzguen a nadie, para que nadie los
juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que
midan a otros, se les medirá a ustedes.»
¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu
hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo
puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando ahí
tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo,
y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
Infinidades de veces sólo nos detenemos a criticar
y mal pensar de nuestros semejantes sin mirarnos y analizarnos a nosotros
mismos. Debemos primero examinarnos interiormente para sacar conclusiones de
los demás. En todo caso, debemos ayudarnos unos a otros a llevar las cargas.
Necesitamos apoyarnos los unos a los otros,
consolarnos los unos a los otros, ayudarnos mutuamente y aconsejarnos los unos
a los otros y así fortalecernos en medio de la adversidad, porque la adversidad
no debilita al hombre sino que muestra lo que es.
Es en los momentos de debilidad, lucha,
adversidad y falla que necesitamos al hermano, por qué no decidirnos a estar
dispuestos a soportar las cargas de los demás. Recordemos que el único juez es
el Señor JESÚS y a ÉL todos tendremos que dar cuenta de nuestras acciones u
omisiones.
OREMOS: SEÑOR
perdóname porque muchas veces he juzgado al que me ha fallado y me he retirado
de él y no he querido llevar su carga, pero hoy encuentro que es necesario
aprender a soportar las cargas de esas personas así como Tú has soportado mis
cargas y mis fallas. Quiero extenderme hacia los demás con una nueva actitud y sé
que en esto Tú me ayudarás y me sostendrás. En el nombre de CRISTO, amén.
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