DIOS
es lo suficientemente grande como para escuchar la voz más débil.
Comparte esta meditación.
Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
SIEMPRE
ESCUCHA
Nuestro Pan Diario
SALMO 145:18 “Cercano está el Señor a todos los que le invocan,
A todos los que le invocan de veras”
Papá era un hombre de
pocas palabras. Tenía daño auditivo debido a años de servicio militar, y usaba
audífonos. Una tarde, mientras Mamá y yo hablábamos un poco más de lo que a él
le parecía necesario, Papá respondió bromeando: «Siempre que quiero un poco de
paz y silencio, lo único que tengo que hacer es esto». Levantó las manos, apagó
sus audífonos y cerró los ojos, con una sonrisa serena. Nos reímos. Para él,
¡la conversación había terminado!
Ésto me recuerda cuán diferente es DIOS
de nosotros. ÉL siempre quiere escuchar a Sus hijos. Una de las oraciones más
breves de la Biblia resalta esta idea.
Un día, Nehemías, siervo del rey Artajerjes de Persia, estaba visiblemente
triste. Cuando el rey le preguntó qué sucedía, Nehemías confesó que se debía a
que Jerusalén, la ciudad conquistada de sus ancestros, estaba en ruinas.
Nehemías relata: «Me dijo el rey: ¿Qué cosa pides?
Entonces oré al DIOS de los cielos, y dije al rey…» (Nehemías 2:4-5,
énfasis añadido).
La oración de Nehemías duró solo un momento, pero DIOS la escuchó. En
ese momento, Artajerjes le concedió a Nehemías el pedido de reconstruir la
ciudad.
¿No es reconfortante saber que a DIOS
le importa y que escucha todas nuestras oraciones… desde la más breve a la más
larga?
OREMOS: Gracias, Padre, por bendecirme con
el privilegio de la oración. En el nombre de
Cristo, amén.
Por James Banks
Leer: Nehemías 2:1-9
Artajerjes envía a Nehemías a Jerusalén
Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que
estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no
había estado antes triste en su presencia, 2 me dijo el rey: —¿Por
qué está triste tu rostro?, pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de
corazón.
Entonces tuve un gran temor. 3 Y dije al rey: —¡Viva el
rey para siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi rostro, cuando la ciudad, casa
de los sepulcros de mis padres, está desierta, y sus puertas consumidas por el
fuego?
4 — ¿Qué cosa pides? —preguntó el rey.
Entonces oré al Dios de los cielos, 5 y le respondí: —Si
le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame a Judá, a
la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré.
6 Entonces el rey, que tenía a la reina sentada junto a él, me preguntó: —¿Cuánto
durará tu viaje y cuándo volverás?
Y agradó al rey enviarme, después que yo le indiqué las fechas. 7 Le
dije además al rey: —Si al rey le place, que se me den cartas para los
gobernadores al otro lado del río, para que me franqueen el paso hasta que
llegue a Judá; 8 y carta para Asaf, guarda del bosque del rey,
a fin de que me dé madera para enmaderar las puertas de la ciudadela de la
Casa, para el muro de la ciudad y para la casa en que yo estaré.
Y me lo concedió el rey, porque la benéfica mano de mi Dios estaba
sobre mí.
9 Fui luego a los gobernadores del otro lado del río y les di las cartas
del rey. También el rey envió conmigo capitanes del ejército y gente de a
caballo.
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
La Biblia en un año: 2 Samuel 14–15 Lucas 17:1-19
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