miércoles, 25 de abril de 2018

EN NUESTRAS TORMENTAS

JESÚS nos invita a confiar en ÉL en nuestras tormentas.
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Bendiciones,
Enio
Meditación Diaria
EN NUESTRAS TORMENTAS
Nuestro Pan Diario
**Leer Marcos 4:35-41
MARCOS 15:39 “…reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece.
Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.”
El viento rugía, los relámpagos encandilaban, las olas golpeaban. Pensé que moriría. Mis abuelos y yo estábamos pescando en un lago, pero nos habíamos quedado demasiado tiempo. Cuando el sol se puso, una rápida borrasca se desató sobre nuestro pequeño bote. Mi abuelo me dijo que me sentara en la popa, para no darnos vuelta. En ese momento, no sé cómo, empecé a orar, aterrorizado. Tenía catorce años.
Le pedí a DIOS que me tranquilizara y que nos protegiera. La tormenta no se calmó, pero pudimos llegar a la orilla. Hasta hoy, no sé si alguna vez sentí más intensamente la presencia de DIOS que aquella noche en la tormenta.
JESÚS sabe de tormentas. En Marcos 4:35-41**, les dijo a Sus discípulos que cruzaran un lago que, poco después, se enfureció con el viento. La tormenta de aquella noche probó y venció a aquellos toscos pescadores. Éllos también pensaron que morirían. Pero JESÚS calmó las aguas, e incrementó la fe de sus discípulos.
Del mismo modo, JESÚS nos invita a confiar en ÉL en nuestras tormentas. A veces, ÉL calma milagrosamente el viento y las olas. Otras veces, hace algo igualmente milagroso: fortalece nuestro corazón y nos ayuda a confiar en ÉL. Nos pide que descansemos en la convicción de que tiene poder para decirle al oleaje: "Calla. enmudece". Adam Holz
Ningún peligro puede acercarse más que el Señor.
OREMOS: Señor de la tormenta, ayúdame a confiar en Ti.
En el nombre de Cristo, amén.
**Leer Marcos 4:35-41
JESÚS calma la tempestad
35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: —Pasemos al otro lado.
36 Una vez despedida la multitud, se lo llevaron tal como estaba en la barca. También había otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal. Lo despertaron y le dijeron: — ¡Maestro!, ¿no tienes cuidado que perecemos?
39 Él, levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: — ¡Calla, enmudece! Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma. 40 Y les dijo: — ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Entonces sintieron un gran temor, y se decían el uno al otro: — ¿Quién es éste, que aún el viento y el mar lo obedecen? (RVR95)
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