jueves, 2 de abril de 2015

LAVADOS Y LIMPIADOS PARA SERVIR AL MAESTRO

Gracias Señor por las muestras de Tu amor.
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Bendiciones,
Enio
MEDITACIÓN DIARIA
LAVADOS Y LIMPIADOS PARA SERVIR AL MAESTRO
JUAN 13:34  "34 Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. 35 Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos."
Esta no era la primera fiesta pascual de los discípulos, pero sería la última con su Maestro. Sin embargo, ellos no lo sabían cuando se reunieron en el aposento alto para la cena. El Séder les recordaba la sangre untada sobre las puertas de las casas de sus antepasados. La presencia de esa sangre había salvado a los hebreos del ángel de la muerte (Éx 12.23), y convencido a Faraón de dejarlos salir de Egipto y de la esclavitud. Los discípulos no entendían que su Maestro era el Cordero del sacrificio cuya sangre sería untada pronto por todos sus corazones. Su sangre los haría libres para siempre, y también a nosotros, de la esclavitud al pecado y la muerte.
Mientras se servía la cena, Jesús se puso de pie. Todos los ojos le siguieron mientras se quitaba su manto y se ceñía una toalla a la cintura. Los hombres estaban intrigados por lo que Él estaba haciendo, pero no se atrevieron a preguntar. Después de llenar una palangana con agua, el Señor se arrodilló y comenzó a lavar los pies del primer discípulo. Después se movió al siguiente, y luego a cada uno de los demás.
¿Había perdido Jesús el juicio? Los discípulos intercambiaron miradas nerviosas y se retraían cuando las manos de su Maestro tocaban sus pies. ¿Cómo podía Él rebajarse y hacer una acción tan indigna y humilde? Ellos nunca habían imaginado hacer una cosa así. “Por favor, no lo hagas”, quisieron decirle. “Deja que un sirviente haga esto”.
Pedro, siempre el vocero, trató de detenerlo. Jesús le aseguró que algún día lo entendería, pero que, por ahora, debía dejar que hiciera el lavamiento. En ese caso, también las manos y la cabeza, dijo Pedro. Pero Jesús le dijo que solamente sus pies necesitan ser lavados, puesto que ya se había bañado para la celebración.
Jesús sabía, por supuesto, que uno de estos amigos no estaba limpio. Durante tres años, Judas había visto a Jesús personalmente, sirviendo, enseñando y amando. Pero, a pesar del privilegio de ser testigo de todo esto, Judas tenía sus propios planes y prioridades. Así pues, con los pies recién lavados por las manos de DIOS, el traidor guiaría pronto a los soldados y a los funcionarios religiosos adonde podían arrestar al Señor.
Jesús lavó los pies de los discípulos para darnos un ejemplo de amor y servicio. Cuando dijo que los discípulos no eran mayores que su Maestro, Él también nos tenía a nosotros en mente. Sin que hubiese ninguna razón para ser humilde, Jesús nos dio un ejemplo de humildad. Él nos manda a hacer lo mismo por amor a Él y a los demás.
Una noticia así puede ser tan difícil de tragar como las hierbas amargas del Séder. Ante una habitación llena de pies que necesitan ser lavados, ¿qué tan dispuestos estamos a ceñir nuestras toallas? Para nosotros, servir puede significar llevar a una cita médica a una persona anciana, visitar regularmente a los enfermos, ayudar a una madre soltera con el cuidado de sus hijos o reparar cosas en su casa. En esta Pascua, que podamos llegar hasta otros con manos dispuestas y corazones limpiados por la sangre del Maestro.
— LeAnne Benfield Martin
ORACIÓN: Ayúdame Señor a cumplir tu nuevo mandamiento y gracias por las muestras de Tu amor. En el nombre de Cristo, amén.

JESÚS LAVA LOS PIES DE SUS DISCÍPULOS
13 Era antes de la fiesta de la Pascua, y Jesús sabía que había llegado la hora de que él dejara este mundo para ir a reunirse con el Padre. Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin.
2-4 El diablo ya había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la idea de traicionar a Jesús. Jesús sabía que había venido de Dios, que iba a volver a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad; así que, mientras estaban cenando, se levantó de la mesa, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
Cuando iba a lavarle los pies a Simón Pedro, éste le dijo: —Señor, ¿tú me vas a lavar los pies a mí?
Jesús le contestó: —Ahora no entiendes lo que estoy haciendo, pero después lo entenderás.
Pedro le dijo: —¡Jamás permitiré que me laves los pies!
Respondió Jesús: —Si no te los lavo, no podrás ser de los míos.
Simón Pedro le dijo: —¡Entonces, Señor, no me laves solamente los pies, sino también las manos y la cabeza!
10 Pero Jesús le contestó: —El que está recién bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.
11 Dijo: «No están limpios todos», porque sabía quién lo iba a traicionar.
12 Después de lavarles los pies, Jesús volvió a ponerse la capa, se sentó otra vez a la mesa y les dijo:
—¿Entienden ustedes lo que les he hecho? 13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. 15 Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. 16 Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía.17 Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos.

EL NUEVO MANDAMIENTO

31 Después que Judas hubo salido, Jesús dijo: —Ahora se muestra la gloria del Hijo del hombre, y la gloria de Dios se muestra en él. 32 Y si el Hijo del hombre muestra la gloria de Dios, también Dios mostrará la gloria de él; y lo hará pronto. 33 Hijitos míos, ya no estaré con ustedes mucho tiempo. Ustedes me buscarán, pero lo mismo que les dije a los judíos les digo ahora a ustedes: No podrán ir a donde yo voy. 34 Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. 35 Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos.



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