Ejemplo de fe.
Comparte esta
meditación.
Bendiciones,
Enio
Meditación
Diaria
AFERRARSE A LA
ESPERANZA
Ministerios En
Contacto
**Leer 1ª Samuel 1:1-18
1ª SAMUEL 1:10-11 “Ana estaba tan triste que no dejaba de llorar. Por eso oró a Dios 11 y le hizo esta promesa: «Dios todopoderoso, yo soy tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date cuenta de lo mucho que sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo entregaré para que te sirva sólo a ti todos los días de su vida. Como prueba de que te pertenece, nunca se cortará el cabello».”
Aferrarse a la esperanza
es difícil cuando las circunstancias son lúgubres y no muestran señal de
mejoría. Esto puede ser desalentador cuando sabemos que nuestro DIOS
Todopoderoso podría remediar la situación y concedernos nuestros sueños, pero
no lo ha hecho.
Quizás así se sentía
Ana. Tenía el corazón destrozado porque el SEÑOR “no le permitía tener hijos”
(1ª Samuel 1:5). Esto, por sí solo, era motivo de gran oprobio para una mujer
hebrea de aquella época. Pero Ana sufría aún más por la provocación intencional
de la otra esposa de su esposo, que había sido bendecida con hijos.
Pero Ana era una mujer
de gran fe, incluso en medio de su frustración y su dolor. Nunca perdió la fe
en DIOS, sino que dejó que su dolor la condujera a ÉL. En su desesperación,
derramó su corazón ante el SEÑOR y le prometió que si ÉL hacía realidad su
deseo de tener un hijo, ella se lo entregaría.
El ejemplo de fe de Ana
es un estímulo para poner nuestras esperanzas delante de DIOS, el Único que
puede concedernos nuestros deseos o alinearlos con su voluntad. Entonces, al
reconocer que todo lo que tenemos es Suyo, estemos dispuestos a devolver al PADRE
Celestial todo lo que ÉL nos da.
OREMOS:
PADRE Celestial, gracias porque estás presto en ayudarnos cuando recurrimos a
Ti presentándote nuestras necesidades, pruebas y agradecimientos. Tú eres dueño
de todo nosotros solo somos tus administradores. Que todo lo que hagamos sea de
tu agrado. En nombre de CRISTO, amén.
**Leer 1ª Samuel 1:1-18
DIOS LE DA UN HIJO A ANA
1 En Ramá, un pueblo de los cerros de Efraín, vivía un hombre llamado
Elcaná. Sus antepasados fueron: Jeroham, Elihú, Tohu y Suf. Todos ellos eran
descendientes de Efraín.
2 Elcaná tenía dos esposas: Peniná y Ana. Peniná tenía
hijos, pero Ana no tenía ninguno.
3 Cada año Elcaná y su familia salían de su pueblo para ir
al santuario de Siló. Allí adoraban al Dios todopoderoso y presentaban ofrendas
en su honor. Allí también trabajaban dos hijos del sacerdote Elí, llamados Hofní
y Finees.
4 Cuando Elcaná presentaba un animal como ofrenda, les daba
una parte de la carne a Peniná y a sus hijos. 5 Pero a Ana le daba la mejor parte porque la amaba
mucho, a pesar de que Dios no le permitía tener hijos.
6-7 Como Ana no tenía hijos, Peniná se burlaba de ella. Tanto
la molestaba que Ana lloraba mucho y ni comer quería. Todos los años, cuando
iban al santuario, Peniná la trataba así.
8 En una de esas visitas, Elcaná le preguntó a Ana: «¿Por
qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué te afliges? Para ti, es mejor tenerme a
mí que tener muchos hijos».
9 Ana dejó de comer, se levantó y se fue a orar al
santuario. El sacerdote Elí estaba allí, sentado junto a la puerta. 10 Ana estaba tan triste
que no dejaba de llorar. Por eso oró a Dios 11 y le hizo esta promesa: «Dios todopoderoso, yo soy
tu humilde servidora. Mira lo triste que estoy. Date cuenta de lo mucho que
sufro; no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo te lo entregaré para que te
sirva sólo a ti todos los días de su vida. Como prueba de que te pertenece,
nunca se cortará el cabello».
12-13 Ana oraba a Dios en silencio. Elí la veía mover los
labios, pero como no escuchaba lo que decía, pensó que estaba borracha. 14 Por eso le dijo: —¿No te
da vergüenza estar borracha? ¡Deja ya la borrachera!
15-16 Pero Ana le respondió: —Señor mío, no crea usted que
estoy borracha. No he bebido vino ni cerveza. Estoy muy triste, y por eso estoy
aquí suplicándole a Dios que me responda.
17 Entonces Elí le contestó: —Vete tranquila, y que el Dios
de Israel te conceda lo que has pedido.
18 Y Ana le dijo: —¡Usted sí me comprende!
Dicho esto, Ana
regresó a comer y dejó de estar triste.
Visita nuestra página web en la siguiente
dirección:
http://www.meditaciondiaria.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario